Una de las cosas que me preocupaba hace
un tiempo era que sentía que mi cuerpo estaba rechazando cada vez más las
carnes blancas y pescados. Había dejados las carnes rojas hacía 5 años, pero me
rehusaba a dejar las otras por el hecho de que sentía que mi cuerpo de
corredora las iba a necesitar siempre.
No quería volverme vegana o
vegetariana, sin encontrar una dieta que se ajustara a mis necesidades: ser
mamá, trabajar independiente y entrenar seis días por semana para correr
maratones. Me daba miedo quedarme sin energías.
Hasta que conocí esto de la
alimentación crudivegana. Dejé las carnes blancas, los pescados, mariscos y
huevos, aunque si alguna vez sintiera que los necesito o los quiero comer, los
comería. Por ahora estoy bien así.
Como algunas cosas cocidas como la
quínoa, el arroz (integral o bazmati), las legumbres (si es que no las germino)
y las papas. El resto es pura alimentación cruda que proviene de la naturaleza:
frutas, verduras, semillas, frutos secos y algas.
Y la verdad es que al incorporar
alimentos como la chía, la spirulina, la avena orgánica cruda, el cacao crudo,
la maca en polvo y otros, me he sentido más energizada que nunca. Además, he
tenido menos lesiones que antes. Quizás eso ha sido suerte o mucha elongación,
pero así ha sido.
Todos los días antes de salir a trotar
me tomo un vaso de agua limpia tibia con el jugo de medio limón, y a veces le
agrego 1 cucharadita de bicarbonato de sodio. Esto limpia y alcaliniza el
organismo.
Cuando vuelvo, después de trotar una
hora, a veces más, hago mi rutina de ejercicios y elongaciones, y después me
preparo mi jugo verde.
En general lo preparo con el extractor
de jugo, así me queda un jugo liviano, reponedor y que me quita la sed. Me
llena de energía y ha hecho que los resfríos y virus que me trae Pedro del
jardín infantil, se mantengan alejados.
Además la piel, el pelo y las uñas se
me han vuelto más firmes, tengo la temperatura corporal cada vez más regulada
(antes era extremadamente friolenta) y despertar en la mañana se volvió un acto
lleno de energía, en vez de flojera.
Salgo a trotar sin sueño y me acomodo
rápidamente al ritmo, he aumentado mi velocidad y resistencia. Yo se que eso es
producto del esfuerzo y constancia, pero ese esfuerzo y constancia han sido
posibles gracias a mi cambio alimenticio.
Cada uno tiene que encontrar su camino,
su sistema. Yo los invito a escuchar y sentir su cuerpo, a no dejarse llevar
por la rutina y comer porque si, a cuestionarse su dieta y hacer cambios que
sientan necesario para tener un cuerpo más lleno de vida y una mente más
atenta.
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