lunes, 8 de septiembre de 2014

del trote y la alimentación



  Desde el año 2006 que entreno 6 días a la semana, preparándome para distintas maratones, en diferentes lugares. Cuando empecé a correr, lo hice a modo de desafío personal, de irme superando cada día, de correr todos los días un metro más. Y así fue, de a poco me fui sintiendo más fuerte y con mayor resistencia, y eso me ha dado energías para querer correr otras maratones y carreras más cortas también.
  En un comienzo, fui donde un nutricionista deportivo y le hice caso al pie de la letra… Durante mucho tiempo comí grandes cantidades de pasta, y tome litros y litros de gatorade. Todo supervisado por el especialista y siempre sintiéndome medianamente bien.
  Pero me aburrí. Del trote no, pero de la alimentación si, se me hacía monótona y repetitiva.

  Entonces, después de esperar a mi primer hijo, vomitar nueve meses y comprobar, gracias a una dieta que tuve que hacer para darle leche materna a Pedro (era alérgico a la proteína de la leche de vaca), que me sentía infinitamente mejor sin tomar ni comer lácteos. Fue entonces que me diagnosticaron intolerancia a la lactosa severa.
  Volví a correr, pero esta vez sin probar los lácteos y me sentí mejor, aunque nunca perfecto. Las pastas las comía de vez en cuando y los gatorade cuando eran estrictamente necesarios, como el día de hidratación previo a los 42 km.
  Seguí corriendo, hasta que me quedé esperando a mi segunda guagua, la que nació e hizo una crisis severa de alergia alimentaria múltiple. Esa fue la gota que rebalsó el vaso. Volví a hacer la dieta y luego a preocuparme por cada detalle de la alimentación de la Juana, que hasta el día de hoy, con 1 año 9 meses, sigue siendo un tema.

  Al retomar el trote después de tener a la Juana, me recomendaron un muy buen nutricionista deportivo, lo visité y me dio un régimen especial para empezar a tener menos grasa, más músculo y así rendir mejor en las carreras, que era lo que yo buscaba.
  Dentro de su régimen se contemplaban 3 yogures sin lactosa al día (desayuno, media mañana y media tarde), en un principio me los tomé, pero vivía hinchada e incómoda, además me costaba entender que algo que era llamado “natural” durara tanto tiempo en el refrigerador, como un yogurt.
  Fue cuando empecé a investigar y conocí la alimentación consciente, a través de una persona increíble. Me fui metiendo en este tema, profundizando, leyendo y probando nuevas recetas.
  Desde entonces, hace seis meses, y preparándome para correr por segunda vez la maratón de Chicago (en octubre), empecé a alimentarme de otra manera y a tener muchísima más energía que antes.
  Salir a correr en la mañana y después tomarme mi jugo de luz, me llena de fuerzas y vitalidad. Corro con mayor energía y menor esfuerzo. Me siento con el cuerpo más preparado para los 42 km que voy a correr en un par de semanas!

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