Desde el año 2006 que entreno 6 días a la semana, preparándome para distintas maratones, en diferentes lugares. Cuando empecé a correr, lo hice a modo de desafío personal, de irme superando cada día, de correr todos los días un metro más. Y así fue, de a poco me fui sintiendo más fuerte y con mayor resistencia, y eso me ha dado energías para querer correr otras maratones y carreras más cortas también.
En un comienzo, fui donde un
nutricionista deportivo y le hice caso al pie de la letra… Durante mucho tiempo
comí grandes cantidades de pasta, y tome litros y litros de gatorade. Todo
supervisado por el especialista y siempre sintiéndome medianamente bien.
Pero me aburrí. Del trote no, pero de
la alimentación si, se me hacía monótona y repetitiva.
Entonces, después de esperar a mi
primer hijo, vomitar nueve meses y comprobar, gracias a una dieta que tuve que
hacer para darle leche materna a Pedro (era alérgico a la proteína de la leche
de vaca), que me sentía infinitamente mejor sin tomar ni comer lácteos. Fue
entonces que me diagnosticaron intolerancia a la lactosa severa.
Volví a correr, pero esta vez sin
probar los lácteos y me sentí mejor, aunque nunca perfecto. Las pastas las
comía de vez en cuando y los gatorade cuando eran estrictamente necesarios,
como el día de hidratación previo a los 42 km.
Seguí corriendo, hasta que me quedé
esperando a mi segunda guagua, la que nació e hizo una crisis severa de alergia
alimentaria múltiple. Esa fue la gota que rebalsó el vaso. Volví a hacer la
dieta y luego a preocuparme por cada detalle de la alimentación de la Juana,
que hasta el día de hoy, con 1 año 9 meses, sigue siendo un tema.
Al retomar el trote después de tener a
la Juana, me recomendaron un muy buen nutricionista deportivo, lo visité y me
dio un régimen especial para empezar a tener menos grasa, más músculo y así
rendir mejor en las carreras, que era lo que yo buscaba.
Dentro de su régimen se contemplaban 3
yogures sin lactosa al día (desayuno, media mañana y media tarde), en un
principio me los tomé, pero vivía hinchada e incómoda, además me costaba
entender que algo que era llamado “natural” durara tanto tiempo en el
refrigerador, como un yogurt.
Fue cuando empecé a investigar y conocí
la alimentación consciente, a través de una persona increíble. Me fui metiendo
en este tema, profundizando, leyendo y probando nuevas recetas.
Desde entonces, hace seis meses, y
preparándome para correr por segunda vez la maratón de Chicago (en octubre),
empecé a alimentarme de otra manera y a tener muchísima más energía que antes.
Salir a correr en la mañana y después
tomarme mi jugo de luz, me llena de fuerzas y vitalidad. Corro con mayor
energía y menor esfuerzo. Me siento con el cuerpo más preparado para los 42 km
que voy a correr en un par de semanas!
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